Querido Carmona. Espero que a la recepción de esta carta te encuentres bien, yo por aquí estoy cada día un poco más viejo, pero, es justo de eso de lo que me gusta hablar, de ser viejo y poder, por ejemplo, escribirte esta carta.
Aún recuerdo con cariño aquellas mañana en las que nos dedicábamos hacer cálculos trigonométricos y en las que, con cierta malicia, decíamos ¡Carmona saca los senos! Tú sacabas aquellas usadas y amarillas tablas y nos informabas de los valores que te estábamos pidiendo. Poco después, para celebrar nuestro éxito con los cálculos, pasábamos a comernos unos buenos bocadillos acompañado por una cerveza o flojo vino que nos sabía a gloria.

Hoy te escribo para comentarte cuánto han cambiado las cosas. Aquellas tablas han, prácticamente, desaparecido hasta es posible que los jóvenes no las hayan visto nunca o no sepan utilizarlas, pero, eso sí, tienen unos aparatitos del tamaño de una tableta de chocolate que son capaces de: ¡oh, asómbrate Carmona! proporcionarte los datos después de pulsar unos botoncitos y, listo, tienes el deseado valor del seno.
Pero, con lo anterior, quiero llevarte al hecho de que aunque no existan las tablas raídas y amarillas, que nosotros usábamos, y se empleen otras ayudas más eficientes, el dominio de las matemáticas sigue siendo necesario. A mí me parece que el tiempo que utilizamos empleando aquellas tablas ayudaban a que: la interiorización del porqué de su utilidad, y su correcta práctica, los conceptos se hicieran más permanentes y sólidos.
Intuyo que la velocidad de trabajo que teníamos en aquellos días era mucho menor que la de hoy; el uso de todos estos nuevos recursos, como ese aparatito que hace de todo, nos obliga. Nos ajustaremos a las nuevas circunstancias, pero, debo señalarte, querido Carmona, que el trabajo bien hecho sigue siendo un requisito básico en nuestras actividades diarias, y aquel que hacíamos, el nuestro, siempre estaba perfecto.
Cuídate estimado amigo, el tiempo pasa y, si queremos seguir asombrándonos con las osas que él nos trae, tenemos que seguir comiendo buenos bocadillos, bebiendo una cerveza o un buen vino; pero, ahora, todo ello, hecho con la tranquilidad de la edad y el saber que lo que teníamos que hacer lo hicimos con lo que disponíamos y bien.
Tuyo siempre
Filósofo Lioso
Muy bien Francisco. Como siempre tienes el punto fino en tus publicaciones. Yo también compartí las tsblas de Queipo, pero recuerdo que las tapas eran verdes.
Un fuerte abrazo Francisco
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Hola Carlos, gracias por tu comentario.
Puedes que tengas razón sobre el color de las tapas, la foto es de un libro antiguo y es posible el verde esté virando al amarillo.
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